Cuando estaba en la escuela secundaria, todos los veranos mi amigo Pete Sebring desaparecía durante unas semanas para ir a un campamento al oeste de Colorado Springs. A mí me disgustaba. Para mí, esas semanas húmedas de julio en Kansas se hacían eternas, y después volvía Pete contando sus aventuras —como si hubiera estado en el país de las mil maravillas alpino. 

De hecho, ese campamento formó a Pete de maneras que ninguno de los dos percibimos en aquella época. Él da crédito a sus veranos en Colorado por darle la base para el éxito y la longevidad —más de tres décadas— como profesor. 

"El campamento me animaba a inventar actividades, tales como servir de pionero en caminatas y noches de supervivencia, e identificar plantas originarias de la parte central de Colorado", comenta. "Una vez, mientras recogíamos astrágalos (planta poco común de América del Norte), que sabían como judías verdes crudas, descubrimos un lugar de caza antiguo lleno de flechas, carbón y copos de sílex. También me topé con osos pardos, coyotes, pumas y lobos — uno blanco y uno negro. Sólo los niños que estaban conmigo me creyeron".

Yo era uno de esos niños que no creían que Pete se había topado con lobos. Esta mañana, confirmé la historia: El Departamento de Recursos de Colorado informa que, aunque los lobos fueron erradicados en los años 1930 por medida oficial, "ha habido noticias esporádicas de lobos en Colorado durante varias décadas" — ninguno confirmado. Puede que hayan sido híbridos de lobos o perros o, quizás incluso, lobos. "Sus aullidos nocturnos eran largos, sonoros y desconcertantes", recuerda Pete.

Una razón más por la que me habría gustado ir al campamento con él.

Así y todo, durante esos años, yo tuve mis propias aventuras — una niñez con libertad de movimiento para pescar, buscar serpientes y construir fuertes en los bosques. Esas experiencias formaron mi vida tanto como el tiempo que pasó Pete en el campamento formó la suya.

Hoy, demasiados pocos niños y jóvenes tienen ninguna de esas experiencias — con libertad de movimiento o los campamentos. En mi último libro, Last Child in the Woods, contaba como es probable que los jóvenes le hablen de la selva tropical del Amazonas, pero tan probable que se vean en apuros para describir la última vez que exploraron un bosque solos o que se tumbaron en un campo a escuchar el viento y ver pasar las nubes. La naturaleza se está convirtiendo en una abstracción, algo para ver en la televisión en el asiento trasero de una minifurgoneta.

En el año 2005, "Generation M: Media in the Lives of Eight-to Eighteen-Year-Olds (La generación M: los medios de comunicación en la vida de los niños entre 8-18 años), una encuesta realizada por la Kaiser Family Foundation (Fundación de la familia Kaiser) en el año 2005, reveló que actualmente los niños están enchufados a algún tipo de aparato electrónico una media de cinco horas y media al día, "el equivalente a un trabajo a tiempo completo, y más tiempo del que pasan haciendo ninguna otra actividad aparte de dormir ". 

Un motivo por el que los niños no salen mucho es el miedo de los padres. Las noticias y los medios de comunicación nos han adiestrado a pensar que la vida más allá de la puerta de nuestra casa es mucho más peligrosa de lo que en realidad es, por lo menos en lo que se refiere a las personas desconocidas. Sin embargo, es poco probable que este miedo desaparezca, la cual es una de las razones por las que es probable que los padres de familia valoren los campamentos más en el futuro de lo que lo hacen hoy. El riesgo siempre forma parte de la vida, pero los campamentos ofrecen a los padres la tranquilidad de que sus hijos van a estar seguros a la vez que disfrutan de los regalos de la naturaleza.

Los beneficios físicos son obvios; otros son más sutiles pero no menos importantes.  Por ejemplo, los estudios muestran que las experiencias en la naturaleza reducen de manera significativa el estrés en los niños. Los juegos en áreas naturales mejoran la flexibilidad cognitiva, la capacidad para resolver problemas, la creatividad, la autoestima y la autodisciplina de los niños. La incidencia del trastorno de déficit de atención es menor cuando los niños tienen acceso frecuente al aire libre. Estudios de programas educativos al aire libre diseñados para jóvenes problemáticos ―especialmente aquellos diagnosticados con problemas mentales― muestran un claro valor terapéutico.

En pocas palabras, los niños están más felices y más sanos cuando tienen oportunidades frecuentes y variadas de disfrutar de actividades al aire libre.

Los campamentos orientados hacia la naturaleza también contribuyen al cuidado de la salud de la tierra; muchos estudios muestran que jugar en la naturaleza durante la niñez es el principal factor para determinar de la conciencia medioambiental de los adultos.

Está claro que los campamentos son mucho más que preparar "s’mores"*. Pete nos lo podría haber dicho. De hecho, ya lo hizo.

*Dulce que se prepara en la hoguera de un campamento.

Richard Louv es autor de Last Child in the Woods: Saving Our Children from Nature-Deficit Disorder y presidente de Children & Nature Network (Red de Niños y Naturaleza) (www.cnaturenet.org).